lunes, abril 28, 2008

Veneno Katherine Mansfield

Katherine Mansfield nació en Wellington, Nueva Zelanda

"El correo estaba atrasado. Cuando regresamos de nuestro paseo después del almuerzo aún no había llegado.
-Pas encore, Madame -dijo Annette mientras acudía corriendo a sus tareas en la cocina.
Llevamos los paquetes al comedor. La mesa estaba servida. Como siempre la imagen de una mesa puesta para dos -solamente para dos personas-, y aún puesta, tan perfecta que no había espacio posible para un tercero; daba una rara sensación, a la vez fugaz, como si me hubiese impactado la luz plateada que reverberaba sobre el mantel blanco, los cristales, la sombra del bowl con fresas.
-¡Echa al cartero! No me importa lo que le haya pasado -dijo Beatrice- Deja esas cosas, querido.
-¿Dónde te gustaría? -alzó la cabeza; sonrió dulce y burlona.
-En cualquier lugar, tonto.

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Pero yo sabía muy bien que no existía tal lugar para ella; y habría permanecido meses, años, parado cargando la pesada botella de licor y los dulces, en vez de correr el riesgo de darle otro pequeño ataque de nervios a su exquisito sentido del orden.
-Aquí, yo los tomo. -los dejó caer sobre la mesa con sus guantes largos y una canasta de higos.
-El almuerzo, un cuento de... de... -tomó mi brazo- Vamos a la terraza -y la sentí temblar -Ca sent de la cuisene... -dijo suavemente.
Con el tiempo noté (habíamos estado viviendo en el sur por dos meses) que cuando quería hablar de la comida, del clima o, en broma, del amor que sentía por mí, lo hacía siempre en francés.
Nos colgamos de la balaustrada bajo el toldo. Beatrice se apoyó mirando hacia abajo, hacia la calle blanca con los guardias de cactos filosos. La belleza de su oreja, tan sólo su oreja, su maravilla era tal, que hubiera podido ir desde ésta hasta el vasto brillo del mar abajo y decir con la voz entrecortada "Ya sabes, su oreja. Tiene orejas que son simplemente únicas".
Estaba vestida de blanco, con perlas alrededor de la garganta y azucenas por dentro del cinturón. En el dedo mayor de su mano izquierda usaba un anillo con una perla; no era una alianza.
-¿Por qué debería, mon ami? ¿Por qué debería fingir? ¿A quién podría importarle?
Por supuesto que estuve de acuerdo, aunque en privado; en lo profundo de mi corazón, hubiese dado mi alma por estar parado junto a ella en un gran sí, en una importante y moderada iglesia, atiborrada de gente, con los viejos curas, con "The Voice that breathed o´er Eden", con palmas y el aroma del perfume, y saber que había una alfombra roja y papelitos de colores esperándonos afuera, y champagne, un zapato forrado en satén para arrojar desde el auto; si hubiese podido colocarle la alianza en su dedo...
No era que me preocupara semejante exposición, sino que sentía que tal vez hubiese sido posible que desacelerara esta horrenda sensación de absoluta libertad, de su absoluta libertad, por supuesto.
Por Dios, qué tortuosa era la felicidad; qué angustiosa... Alzaba la vista hacia la villa, hacia las ventanas de nuestro dormitorio que estaban misteriosamente escondidas detrás de la persiana de fresas verdes. ¿Era posible que siempre apareciera moviéndose a través de la luz verde y brindando esa sonrisa secreta, lánguida, brillante que era sólo para mí? Ponía el brazo alrededor de mi cuello; la otra mano peinaba suavemente mi cabello hacia atrás.
Quién eres... . Quién era... . Ella era una mujer.
... Durante la primera tarde cálida de la primavera, cuando las luces brillaban como perlas a través del aire lila y las voces murmuraban en el fresco jardín florecido, era ella quien cantaba en la gran casa con cortinas de tul. A medida que uno se adentraba en la luz de la noche por la ciudad foránea, su sombra era la que se percibía a través del oro reverberante de los postigos. Cuando la lámpara estaba encendida, pasaba cerca de la puerta con la tranquilidad de un bebé. Buscaba en el crepúsculo del otoño, pálida, con su abrigo de piel, a medida que el coche desaparecía...
En resumen, para ese entonces yo tenía 34. Cuando ella se tendía boca arriba, con las perlas amontonadas en su mentón, y suspiraba "Mi querido, tengo 30 años. Donne-moi un orange", con gusto me hubiera lanzado de cabeza a la boca de un cocodrilo para quitarle una naranja (si los cocodrilos comieran naranjas).
"Si tuviera un par de alitas livianas
y fuera un pajarito liviano...", cantaba Beatrice.

Le saqué la mano:
-Yo no me iría volando.
-No lejos, no más allá del final del camino.
-¿Por qué diablo allí?
- "Él no vino, dijo ella..." -citó Beatrice.
-¿Quién? ¿El tonto del cartero? Pero si no esperas correspondencia...
-No, pero es igualmente molesto... ¡ah! -de repente rió y se apoyó sobre mí -Ahí está, mira, parece un escarabajo azul.
Apretamos nuestras mejillas y observamos cómo el escarabajo azul empezaba a trepar.
-Mi querido- exhaló Beatrice. La palabra pareció quedar suspendida en el aire, vibrar como la nota de un violín.
-¿Qué es esto?
-No lo sé -sonrió ligeramente -Un gesto de... de afecto, supongo. -La abracé.
-¿Entonces no te irás volando? -Y contestó de manera rápida y suave.
-No, no, imposible... en verdad, no. Amo este lugar. Disfruté estar aquí. Podría quedarme años, creo. No he sido tan feliz hasta estos últimos dos meses, y tu has sido tan perfecto para mí, en todo sentido.
Era tanta felicidad, tan extraordinario y único el oírla hablar de ese modo que traté de tomármelo en broma.
-No. Parece que te estuvieras despidiendo.
-Puras tonterías. No se dicen esas cosas ni en broma -deslizó su mano pequeña por debajo de mi chaqueta blanca y tomó mi hombro.
-¿Fuiste feliz, verdad?
-¿Feliz? ¡Por Dios! Si supieras lo que siento justo en este momento. ¡Feliz! ¡Mi maravilla! ¡Mi alegría!
Me dejé caer a la balaustrada y la abracé alzándola en mis brazos, y mientras la levantaba apreté mi cara contra su pecho y murmuré "¿Eres mía?"; y por primera vez en todos esos meses desesperantes en que la conocí, incluso el último mes, indudablemente paradisíaco, creí en ella de manera absoluta cuando respondió "Sí, soy tuya".
El chillido de la puerta de entrada y los pasos del cartero sobre el pedregal nos distrajo. Comenzaba a sentirme mareado. Me quedé parado allí sólo sonriendo y me sentí algo estúpido. Beatrice se dirigió hacia las sillas de mimbre.
-Ve tú; ve por la correspondencia -dijo. Salí casi disparando, pero llegué tarde. Annette venía corriendo.
-Pas de lettres!- dijo.
Quizá la sorprendió mi sonrisa sin sentido como respuesta cuando me entregaba el periódico. Sentí desbordarme de alegría. Tiré el periódico por el aire y grité "¡No hay cartas, querida!", y fui hacia un amplio sillón.
Por un instante no dijo nada, y luego, al tiempo que quitaba el envoltorio del periódico, dijo muy despacio "El mundo olvida, el mundo ha olvidado".
Hay momentos en los que un cigarrillo es lo único que puede ayudar a sobrellevar una situación; es más que un cómplice, es un perfecto amigo secreto que te conoce y entiende de manera absoluta. Mientras fumas, lo miras, sonríes o frunces el ceño, depende de la ocasión; inhalas profundamente y exhalas el humo con un suave soplido. Era uno de esos momentos. Caminé hacia las magnolias y las respiré hasta llenarme. Luego regresé y me eché sobre sus hombros; rápidamente apartó el periódico y con un giro lo colocó sobre la piedra.
-No hay nada en él, nada. Sólo hay algo sobre un juicio por envenenamiento; sobre si un hombre envenenó a su mujer o no, y 20.000 personas acudieron cada día a la corte y 2 millones de palabras se publicaron en todo el mundo después de cada proceso.
-¡Qué mundo tonto! -dije hundiéndome en otro sillón. Quería olvidarme del periódico y regresar de manera sutil, claro, al momento antes de que llegara el cartero. Pero cuando ella respondió supe que ese momento había terminado por ahora. No importa; ahora que lo sabía, estaba dispuesto a esperar quinientos años si era necesario.
-No tan tonto -contestó Beatrice-. Después de todo, las 20.000 personas no lo hacen por morbosa curiosidad.
-¿Y qué es, querida? -Dios sabe que no me interesaba.
-¡Culpa! ¡Culpa!- gritó- No te diste cuenta. Se sienten cautivados igual que se sienten los enfermos ante cualquier cosa. Ni un mísero artículo acerca de sus propios casos. El hombre acusado puede ser inocente, pero las personas en la corte son todas un poco envenenadoras. ¿Nunca pensaste -estaba pálida y eufórica- en la cantidad de envenenadores que jamás se descubren?. Es la excepción encontrar matrimonios que no se envenenen el uno al otro (matrimonios y noviazgos) La cantidad de tazas de té, de café, de copas de vino que están contaminadas. La cantidad que yo misma he bebido, incluso sabiéndolo... y arriesgándome. La única razón por la que tantas parejas sobreviven es que uno de ellos teme darle al otro la dosis fatal. ¡La dosis fatal enerva! Pero llega, tarde o temprano, porque una vez que se ha administrado la primera dosis ya no hay vuelta atrás. ¿Es el principio del fin, no lo crees? ¿Entiendes lo que quiero decir?.
No esperó a que contestara. Se quitó las orquillas con azucenas y se echó hacia atrás pasándolas frente a sus ojos.
-Mis dos maridos me envenenaron. -continuó Beatriz- el primero me dio inmediatamente una buena dosis, pero el segundo era un artista en este sentido. Sólo una diminuta gotita una y otra vez, inteligentemente administrada, hasta que una mañana desperté y había minúsculos granitos de veneno en cada partícula de mi cuerpo, hasta en la punta de mis dedos. Estaba lista...
Odiaba oírla hablar de sus maridos tan tranquila, en especial en días así; me lastimaba. Iba a hablar pero de pronto dijo con tristeza:
-¿Por qué? ¿Por qué me tuvo que pasar a mí? ¿Qué hice? ¿Por qué he sido la elegida para eso toda mi vida? Es una conspiración.
Traté de decirle la razón: ella era demasiado perfecta, exquisita y refinada, para este mundo horrible, y eso asustaba a las personas. Hice una broma inocente:
-Pero yo no voy a envenenarte. - Beatriz rió de extraña manera y golpeó el tallo de la azucena.
-¡Tu no matarías ni a una mosca!
Raro; sin embargo el comentario me hirió terriblemente.
Justo después Annette fue por un aperitivo. Beatrice se inclinó para tomar una copa de la bandeja y alcanzármela. Noté el brillo de la perla en lo que yo llamaba su dedo perlado. ¿Cómo podría herirme su comentario?
-Y tú -le dije tomando la copa -no has envenenado a nadie.
Eso me dio una idea; traté de explicar.
-Tú haces lo opuesto. Cómo se le llama a alguien que, como tú, en vez de envenenar, completa a las personas, a cualquier persona, al cartero, al chofer que nos trajo hasta aquí, al que conduce nuestro bote, al vendedor de flores, a mí; los completas con vida renovadora, con algo de tu propio brillo, de tu belleza....
Sonrió como en un ensueño y así me miró.
-¿En qué estabas pensando, mi dulce?
-Me preguntaba -contestó Beatrice- si después del almuerzo no podrías ir al correo y ver qué pasó con las cartas de la tarde. ¿Podrías, amor? No es que esté esperando correspondencia, pero sólo pensaba que tal vez sería tonto no tener las cartas si es que están en el correo, no crees. Sería tonto tener que esperar hasta mañana.
Hizo girar la copa entre sus dedos tomándola del tallo. Su hermosa cabeza estaba hacia un lado. Tomé mi copa y bebí, casi a sorbos, muy lentamente, observando su cabeza oscura y pensando en carteros y escarabajos azules, y despedidas que no eran en verdad despedidas...
¡Bueno, dios! ¿No es extraño? No, no es extraño. El trago sabía asquerosamente amargo, raro. "

lunes, abril 21, 2008

Iggy Pop


James Newell Osterberg, Jr nació el 21 de abril de 1947.
La Iguana.
"–¿Algo de electrónica?
–No, no.
–Pero hay un sonido al final de “L.O.S.T.” que parece electrónico.
–No, es un theremin. No hay nada de electrónica moderna, es un theremin, que es un arcaico invento de un viejo ruso. Como en “Good Vibrations”, de los Beach Boys: “uiuiuiuiuiuiuuuuu”. Y el otro sonido es al final del álbum, en “Ugliness”, que se escucha la bocina de mi Cadillac rojo. Traté de grabar el disco así porque, para mí, la música tiene más vida de ese modo. Prefiero música más viva y menos perfecta."
Gracias
M. por la data.

jueves, abril 17, 2008

Bad Brains en Argentina



Bad Brains
Niceto Club
Miércoles 16 de Abril
Un show espectacular.
Memorable.
Corto pero efectivo


lunes, abril 14, 2008

sábado, abril 12, 2008

Matt Groening - Frank Zappa


Zappa: agradecimiento
por Matt Groening

(New Yorker, 20 de diciembre de 1993)


Frank Zappa, que murió la semana pasada, a la edad de cincuenta y dos, se convirtió en mi héroe en 1966, cuando yo tenía doce: cogí su primer LP, "Freak Out!" de los Mothers of Invention de un cajón de una tienda de variedades en mi ciudad, Portland, Oregon. El álbum era difícil y perturbador, y su alegre simulación de rock and roll daba calor a mi retorcido corazón preadolescente. El propio Zappa rezumaba sarcasmo, con ese mostacho caído y la pequeña perilla, y las notas de "Freak Out!" comenzaban: "Nací en Baltimore, Maryland, el 21 de diciembre de 1940, y crecí en California. Soy un músico y compositor autodidacta, bla, bla, bla." Estaba enganchado.

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Zappa nos puso a mí y a todos mis amigos la banda sonora a una adolescencia de marchas anti-guerra y buscando-hamburguesas. Cada nuevo disco --desde "Absolutely Free" (con esa letra tan emocionante: "Sólo tiene trece años y ya sabe hacer guarrerías") hasta "The Yellow Shark"-- ha sido un acontecimiento, saboreado con los auriculares durante cientos de escuchas para buscar bromas internas y mensajes secretos. Nunca olvidaré estar tumbado en el bajo a las 2 de la mañana, directamente debajo del dormitorio de Homer y Marge, escuchando "Sleeping in a Jar": "Es medianoche, y tu mamá y tu papá están durmiendo... durmiendo... durmiendo en una jarra... (La jarra está debajo de la cama)". Era espeluznante.
Hace dos años, conocí a todo el clan Zappa: Zappa y su esposa, Gail; sus hijos, Moon Unit, Dweezil, Ahmet, y Diva; sus mascotas, Doggus y un gato siamés parecido a una araña llamado el Gweech. Son una familia afectuosa y relajada, y todos comparten el ingenio perplejo y sin censura que era central en la personalidad de Frank. Por entonces, se rumoreaba mucho con la triste noticia de que tenía cáncer de próstata. Zappa podía ser franco sobre su enfermedad cuando quería, pero mayormente parecía dedicarse a las cosas que realmente le absorbían: su trabajo y su familia. Una típica visita a Zappa podría empezar con una larga sesión de escucha de trabajos varios en progreso, seguido de un visionado de un vídeo de rock de Dweezil y Ahmet; normalmente terminaba con una pizza en la cocina. Algunos músicos se dejaban caer para que sus instrumentos fueran sampleados para la vasta librería de sonidos del Synclavier de Zappa, los vecinos aparecían para tomar margaritas y charlar; y una corriente continua de periodistas apuntando micrófonos a Frank y haciendo preguntas molestas. Zappa no tenía nada de esa puesta en escena de ansias de complacer de muchas celebridades, ni se dejaba llevar por la ilusa arrogancia de héroe de la guitarra de rock and roll. Recientemente, sus comentarios se caracterizaron por una seriedad inusual incluso para sus propios estándares cerebrales. Siempre echaré de menos su presencia inspiradora.
Pocos momentos de mi vida han sido tan electrizantes como una tarde la última primavera sentado en el tenuemente iluminado sótano de Zappa en Laurel Canyon escuchando por primera vez "N-Light", una obra maestra de Synclavier de veintitrés minutos en la que había estado trabajando durante algo así como cinco o diez años (no se acordaba cuándo la había empezado). "N-Light" es un generador de ideas musical Zappescas, arrojadas una detrás de otra en un torrente implacable y complejo, que suena a veces como si varias orquestas robot se hubieran vuelto locas, pero que a pesar de todo transmite un sentimiento de control compositivo total. Otra noche, en el estudio de Zappa, le vi dirigir el Ensemble Modern, un grupo de música contemporánea de Frankfurt, en una larga improvisación orquestal que incluía el recitado de una carta al editor de PFIQ, una revista de body-piercing fetichista. Todo esto mientras un didgeridu --un largo instrumento con forma de tubo de los aborígenes australianos-- era soplado dentro de una cafetera llena de agua, produciendo unos enfermizos sonidos gorgojeantes que hacen que Frank se tenga que tapar la boca con la mano para aguantar la risa. Después le pregunto sobre el didgeridú acuoso. Dice: "Es una de mis mejores ideas".
Probablemente se ha escrito más sinsentido --tanto a favor como en contra-- sobre Zappa que sobre cualquier otro compositor popular contemporáneo. Esto debe ser porque el alcance de la música de Zappa está más allá de la mayoría de sus admiradores, y porque su impertinencia siempre confirma las peores sospechas de sus críticos (una vez dijo: "El periodismo rock es gente que no sabe escribir entrevistando a gente que no sabe hablar para gente que no sabe leer"). Pero la personalidad de Zappa era sólo un aspecto de su prodigiosa producción. En el momento de su muerto, tenía una serie de álbumes preparados, incluido "Civilization: Phaze III", que incluye "N-Light".
Lo que nos ha mantenido a mí y a tantos otros bullendo con la música de Zappa durante los últimos veintisiete años ha sido la emoción de apuntarnos al viaje de una mente crítica que siempre estaba empujando hacia territorios inexplorados. El trabajo de Zappa estaba hecho de inspiraciones e insultos; subvirtió humor con humor con ediciones ágiles, paradas repentinas, cambios de tiempo inesperados, y gruñidos cómicos. Bastantes veces, cuando me enfrento a un dilema en mi propio trabajo, me pregunto a mí mismo: "¿Qué haría Zappa?" Hizo falta Zappa para idear --y ejecutar-- una fusión de R&B profundamente sentido con los rigores rítmicos y armónicos de Igor Stravinsky y Edgard Varèse. ¿A quién sino a Zappa le podía igual Muddy Water y Anton Webern, Howlin' Wolf y Conlon Nancarrow? Sus discos y películas muestran el progreso de un compositor divertido y disgustado abordando un problema musical tras otro: la educación continua de adicto al trabajo genial.

sábado, abril 05, 2008

Roger Corman

Nació el 5 de Abril de 1926, en Detroit.

El grande B, el que de la nada hacía una película. Más de 100 películas ente dirección, guión y aportes actorales. Más de 300 películas como productor.

Muchos directores han comenzado sus carreras bajo el ala de Roger: Scorsese, Coppola, Demm, Cameron Bogdanovich, entre otros.

Grandes actores comenzaron su carrera también: Nicholson, Peter Fonda, Hooper y Robert De Niro entre otros.

Fuente: http://spanish.imdb.com/name/nm0000339/

miércoles, abril 02, 2008