viernes, octubre 31, 2008

1985-1992




El Austral, ese gran olvidado...


martes, octubre 28, 2008

Como Hallé al Superhombre



Los lectores de George Bernard Shaw y de otros escritores de vanguardia tal vez estén interesados en saber que el Superhombre ha sido hallado. Yo lo encontré; vive en South Croydon. Mi éxito es un gran golpe para Shaw, que ha estado siguiendo una pista falsa y ahora busca a la criatura en Blackpool; y en cuanto a la idea del señor [Herbert George] Wells de extraerlo del aire en su propio laboratorio, siempre creí que estaba condenada al fracaso. Le aseguro a Wells que el Superhombre de Croydon nació de la manera ordinaria, aunque él mismo, por supuesto, es cualquier cosa menos ordinario.

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Sus padres, por cierto, no son indignos del maravilloso ser que han dado al mundo. El nombre de Lady Hypathia Smythe-Brown (ahora Lady Hypathia Hagg) nunca será olvidado en East End, donde ella hiciera tan espléndido trabajo social. Su grito de guerra "¡Salven a los niños!" denunciaba la cruel negligencia que compromete la vista de los pequeños al permitirles usar juguetes de colores violentos. Ella citaba incontestables estadísticas que probaban que los niños a los que se les permitía mirar colores como violeta o bermellón a menudo sufrían de visión deficiente en su ancianidad; y fue debido a su incesante cruzada que la pestilencia de las herramientas Monkey-on-the-Stick fue casi eliminada de Hoxton.
La comprometida reformadora recorría las calles incansablemente, llevándose los juguetes de los chicos pobres, quienes a menudo recibían con lágrimas esta demostración de bondad. Sus buenas acciones fueron interrumpidas, en parte, por un nuevo interés en el credo de Zaratustra, y en parte por haber recibido un salvaje golpe dado con un paraguas. Éste le fue infligido por una vendedora de manzanas, una irlandesa libertina que, retornando de alguna orgía a su destartalado departamento, halló a Lady Hypatia en su dormitorio, llevándose cierto óleo que, por decir lo menos, realmente no era edificante.
Entonces esta celta ignorante y parcialmente intoxicada le propinó a la reformadora social un fuerte golpe, añadiendo al mismo una absurda acusación de robo. La mente exquisitamente balanceada de la dama recibió una conmoción, y fue durante el breve período que ésta la afligió que se casó con el señor Hagg.
Del doctor Hagg mismo creo que es innecesario hablar. Cualquiera mínimamente familiarizado con aquellos atrevidos experimentos en Eugenesia Neoindividualista que son hoy el interés exclusivo de la democracia inglesa debería conocer su nombre, así como a menudo encomendarlo a la protección personal de un Poder Impersonal. Temprano en su vida logró esa despiadada comprensión de la historia de las religiones que se obtiene trabajando desde la adolescencia como ingeniero eléctrico. Más tarde se convirtió en uno de nuestros mayores geólogos, y adquirió esa valiente y brillante visión en el futuro del socialismo que sólo la geología puede dar.
A primera vista parecería haber algo así como una desavenencia, una tenue pero perceptible fisura, entre sus ideas y las de su aristocrática esposa. Ella estaba a favor (para usar su propio y poderoso epigrama) de proteger a los pobres de sí mismos, mientras que él declaraba sin pena, usando una nueva y conmocionante metáfora, que los más débiles deben irse a pique. Eventualmente, de todos modos, la pareja percibió una comunión esencial en el carácter inconfundiblemente moderno de ambas visiones, y en esta luminosa y comprensiva expresión sus almas hallaron paz. El resultado es que esta unión de los dos tipos más elevados de nuestra civilización, la dama elegante y el médico cualquier cosa menos vulgar, ha sido bendecida por el nacimiento del Superhombre, el ser que todos los trabajadores de Battersea esperan día y noche con impaciencia.
Hallé la casa del doctor y de Lady Hypatia Hagg sin demasiada dificultad; está situada en una de las últimas y ya raleadas calles de Croydon, a la vista de una línea de álamos. Llegué a su puerta hacia el crepúsculo, y parecía natural que mi extravagancia percibiera, en la oscuridad creciente, algo sombrío y monstruoso en las formas indistintas de aquella casa donde se albergaba una criatura más maravillosa que los hijos de los hombres. Cuando se me hizo pasar fui recibido con exquisita cortesía por Lady Hypatia y su esposo, pero encontré mucha mayor dificultad para poder ver al Superhombre, que ahora tiene alrededor de quince años y permanece en una habitación apartada. Incluso mi conversación con el padre y la madre no aclaró mucho el carácter de esa misteriosa criatura. Lady Hypatia, que tiene un rostro pálido y conmovido, y viste esos impalpables y patéticos grises y verdes con los que ella ha dado brillo a tantos hogares en Hoxton, no parecía hablar de su vástago ni con un poco de la crasa vanidad de una madre humana ordinaria. Me atreví a preguntar si el Superhombre era bello.
"Usted sabe, él se mide con su propia vara", respondió ella con un ligero suspiro. "En ese plano es más bello que Apolo. Visto desde nuestro plano inferior, por supuesto..." Y ella suspiró otra vez.
Tuve entonces un impulso reprobable, y pregunté de pronto "¿tiene cabello?"
Hubo un largo y dolorido silencio, y entonces el doctor Hagg dijo suavemente: "todo en su plano es diferente; lo que él tiene no es... bueno, no, por supuesto, lo que llamaríamos cabello... pero..."
"¿No piensa usted" - dijo su esposa muy delicadamente - "no piensa usted que realmente, a los fines de dirigirse al mero público, uno podría llamarlo cabello?"
"Tal vez tienes razón" - dijo el doctor tras unos momentos de reflexión - "En relación a un cabello así uno debería hablar en parábolas".
"Bueno, qué diablos es esto" - pregunté algo irritado - "Si no es cabello ¿qué es? ¿Son plumas?"
"No son plumas, tal como entendemos las plumas" - respondió Hagg, con voz tremenda.
La irritación creció en mí. "¿Puedo verlo, en cualquier caso?", pregunté. "Soy un periodista, y no tengo ninguna motivación terrenal, salvo la curiosidad y la vanidad personal. Me gustaría decir que estreché la mano del Superhombre".
El ánimo de ambos estaba por los suelos; permanecían de pie, incómodos. "Bueno, por supuesto, usted sabe" - dijo Lady Hypatia, con esa tan encantadora sonrisa de las anfitrionas aristocráticas - "usted sabe que él no podría estrecharle la mano... manos no, usted sabe... La estructura, por supuesto..."
Rompiendo todas las convenciones sociales, me lancé hacia la puerta de la habitación en la que pensaba que estaba la criatura increíble. Irrumpí en ella; la habitación estaba oscura. De enfrente de mí llegó un pequeño y triste aullido, y de detrás de mí un doble chillido.
"¡Usted lo hizo!" sollozó el doctor Hagg, hundiendo la frente calva en sus manos. "¡Usted hizo que lo alcanzara una corriente de aire, y ahora está muerto!"
Al irme de Croydon esa noche vi hombres de negro llevando un ataúd que no era de forma humana. El viento ululaba sobre mí, agitando los álamos, que se inclinaban y cabeceaban como penachos de algún funeral cósmico.
"Verdaderamente" - dijo el doctor Hagg - "es el universo entero llorando la frustración de su más magnífico nacimiento".
Pero yo creí percibir un tono burlón en el agudo gemido del viento

Gilbert K. Chesterton (1874-1936)

domingo, octubre 26, 2008

Joseph Brodsky


Leningrado 1940
Paris 1996
Premio Nobel de Literatura en 1987


Canción de amor

Si te estuvieras ahogando, acudiría al rescate,
te envolvería en mi manta y serviría té caliente.
Si fuera un comisario, te arrestaría
y te mantendría en una celda bajo siete llaves.
Si tú fueras un ave, batiría un récord
y escucharía toda la noche tu trinar de tono agudo.
Si fuera un sargento, serías mi recluta,
y, muchacho, te aseguro que amarías el ejercicio.
Si tú fueras china, aprendería la lengua,
quemaría mucho incienso, usaría vestiduras raras.
Si tú fueras espejo, me abalanzaría al baño de damas,
te daría mi lápiz labial rojo y te empolvaría la nariz.
Si tú amaras los volcanes, yo sería lava,
incansablemente eruptando de mi oculta fuente.
Y si tú fueras mi esposa, sería tu amante,
porque la Iglesia se opone tenazmente al divorcio.

jueves, octubre 23, 2008

Jorge Eliécer Gaitán



Hombres y mujeres de Venezuela:
Yo, que pertenezco a un gran país cuyo pueblo es superior a sus dirigentes, al ver la muchedumbre de rostros morenos que están reunidos en esta plaza, he experimentado hoy una emoción que hace contraste con la sensación de angustia que siendo estudiante experimentara ayer, ante el dolor y la tragedia que se agolpaban sobre el alma grande de los herederos de Bolívar.
Hasta ayer yo sabía que las dolientes masas venezolanas, vuestros abuelos, vuestros padres y vuestros hermanos, rumiaban su dolor en las mazmorras que eran deshonra de América y que existía en esta tierra admirable una pequeña minoría oligárquica que disponía abusivamente de los destinos de esta patria del Libertador, a espaldas del pueblo, contra el pueblo y sin el querer del pueblo.
Pero yo, capitán de multitudes de Colombia, vengo a contemplaros vibrantes y plenos, hombres y mujeres, jóvenes y ancianos, irrumpiendo en esta plaza; y a decir desde esta tribuna a todas las gentes de Venezuela que de ahora en adelante sólo habrá una voz que mande sobre esta tierra sagrada: ¡la voz del pueblo, por el pueblo y para el pueblo!

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Estáis en la primera etapa de vuestro recorrido inexorable. Habéis comenzado a conquistar vuestra libertad política, la cual apenas será formal si en posteriores épocas no llegáis a la conquista de la libertad económica y social. Pero esta primera etapa la tenéis que defender, modelar y terminar con bravura, con tenacidad, con coraje, y sin vacilaciones ni desmayos. Afortunadamente tenéis a la cabeza capitanes y gonfaloneros que jamás, estoy seguro, traicionarán vuestro interés ni vuestros anhelos.
Hacéis bien en defender corajudamente esa obra; en conquistar previamente esa libertad política formal que nosotros, los colombianos ya conquistamos, y que os preparéis para una nueva etapa de las realizaciones por venir. Ya nadie –de ello estoy cierto y esa la razón de mi emoción profunda– podrá poner al margen de su destino al pueblo de Venezuela. Ahora va a ser él, como los demás pueblos de nuestra América, de nuestra América morena, quien va a darse libremente su propio gobierno.
Nosotros hemos aprendido a reírnos de esas generaciones decadentes que ven a las muchedumbres de nuestro trópico como a seres de raza inferior. Inferiores son ellos que carecen de personalidad propia y se dejan llevar por algunas mentes esclavas de la cultura europea. ¡Mentira la inferioridad de nuestros pueblos; mentira la inferioridad de nuestros países; mentira la debilidad de nuestras razas mestizas!
Yo le pidiera a las más antiguas y grandes razas de la tierra que vinieran a esta América; que se adentraran como nuestros mulatos en las selvas del trópico; que trabajaran como lo hacen los hombres nuestros 12 y más horas, casi sin salario y siempre desnutridos; que sufrieran los dolores de nuestro pueblo; sintieran a la selva envolviéndolos; supieran lo que son los niños sin escuela y sin cultura; lo que es la muchedumbre sin defensa en el campo, sin poder satisfacer el apetito de la belleza y del amor que se les niegan y saborean tan sólo el dolor y la angustia permanentes. Que vengan los europeos a presenciar el drama de esta masa enorme de América devorada por el paludismo, con gobiernos que le han vuelto la espalda a su gente para enriquecerse en provecho propio; que vengan a contemplar las inclemencias perpetuas que vivimos los habitantes del trópico, y entonces tendrán que comprender cuán brava es la gente nuestra, qué brava gente sois vosotros, y reconocer la falsedad de su concepto sobre la inferioridad de las masas americanas. Porque aquí y en el Perú y en todas nuestras naciones sucede lo que yo afirmo que pasa en Colombia: "El pueblo es superior a sus dirigentes".
Estos pueblos hermanos conservan sus peculiares notas, sus realidades diversas, pero cada día se acercan más los unos a los otros. Y esas distintas realidades pueden condensarse en una sola afirmación que hace temblar el criterio feudal de las castas minoritarias que todavía en América imperan; pueden sintetizarse en el deseo que todos anhelamos y que todos impondremos: i queremos que los amos sean menos amos para que los siervos sean menos siervos; queremos que los poderosos sean menos poderosos para que los humildes sean menos humildes y queremos que los ricos sientan que deben ser menos ricos! ¡para que los pobres reciban mejor remuneración por su trabajo!
Pueblo: Ni un paso atrás en esta maravillosa obra que estáis realizando con un gobierno comprensivo y sin una vacilación, porque el ritmo de vuestros corazones es el mismo ritmo del corazón de todos los hombres de América.
El hombre vale por su tenacidad. El hombre vale por la rotundidad que ponga en el amor a sus ideas. Nada puede detener al pueblo ni hacerlo vacilar y si un solo varón quedara en Venezuela de todos los que aspiran a ser libres; que ese hombre solo se sienta obligado a la batalla, porque yo diría que ¡vale más una bandera solitaria sobre una cumbre limpia que cien banderas extendidas sobre el lodo!

Discurso en Caracas ante el pueblo venezolano, Octubre de 1946 .


"La Navidad de 1928 tuvo un sabor amargo para Colombia. Hubo luto tras la matanza de la bananera. Muchos niños fueron masacrados y nadie en el país se atrevía a hablar. 'Jorge Gaitán sí lo hizo', recuerda en Bogotá el profesor universitario Eduardo Umaña. 'La voz de Gaitán se levantó y el Gaitán bajito fue creciendo y pisando los terrenos de la oligarquía'. Sus primeros años como abogado resultaron difíciles, pero su capacidad profesional le permitió demostrar su brillantez jurídica. El periodista Elmer Niño escribió: 'La primera batalla penal la libró contra las compañías transnacionales, conocidas como United Fruit Company. Soldados colombianos cumplieron la orden de desalojar a los empleados y obreros que ocuparon las tierras. Como fiscal del Ministerio Público asumió la defensa de las víctimas. Se le bloqueó la investigación, le quitaron presupuesto para continuar su labor. Sacó dinero de su bolsillo para costear viajes. Los pobres lo veían como el abogado de los humildes. Vino el juicio. Dio nombres y apellidos. El Ejército resultó culpable de la masacre'. El abogado se había internado en las zonas bananeras del Magdalena. Mostró los cadáveres de los niños de la matanza. Llegó a decir: 'El Ejército colombiano tiene la rodilla hincada ante el oro yanqui y la altivez para dispararle a los hijos de Colombia'. Umaña reflexiona y expresa convencido: 'Cuando Gaitán hace su defensa de los obreros de las bananeras se tomó el país y vino su sentencia... Todo hombre inteligente que se presente al país para el cambio sociopolítico, la lucha contra el policlasismo y contra la plurietnia está condenado a muerte'. A Jorge Eliécer Gaitán Ayala la muerte lo sorprendió el 9 de abril de 1948, pero su vida corrió peligro los últimos 20 años de su existencia. Tres tiros -uno en la cabeza y dos en la espalda- segaron su vida. Su reloj y la calma bogotana se detuvieron a la 1:05 de la tarde de aquel día. El cuerpo del jurista yacía a pocos metros del edificio Agustín Nieto, donde tenía su bufete. De extracción humilde El primogénito de Eliécer Gaitán y Manuela Ayala nació el 23 de enero de 1898. La familia vivía en el humilde barrio Las Cruces, de Bogotá."

Fuente La Fogata, Enciclopedia Colombiana, Emancipación
Gracias Leo por la idea del post.

jueves, octubre 16, 2008

17 de Octubre


"Para el Capitalismo la renta nacional es producto del capital y pertenece ineludiblemente a los capitalistas. El colectivismo cree que la renta nacional es producto del trabajo común y pertenece al estado porque el estado es propietario total y absoluto del capital y el trabajo. La doctrina peronista sostiene que la renta del país es producto del trabajo y pertenece por lo tanto a los trabajadores que la producen."
1 de Mayo de 1952. Juan Domingo Perón

lunes, octubre 13, 2008

El camino no elegido

Dos caminos se bifurcaban en un bosque amarillo,
Y apenado por no poder tomar los dos
Siendo un viajero solo, largo tiempo estuve de pie
Mirando uno de ellos tan lejos como pude,
Hasta donde se perdía en la espesura;

Entonces tomé el otro, imparcialmente,
Y habiendo tenido quizás la elección acertada,
Pues era tupido y requería uso;
Aunque en cuanto a lo que vi allí
Hubiera elegido cualquiera de los dos.

Y ambos esa mañana yacían igualmente,
¡Oh, había guardado aquel primero para otro día!
Aun sabiendo el modo en que las cosas siguen adelante,
Dudé si debía haber regresado sobre mis pasos.

Debo estar diciendo esto con un suspiro
De aquí a la eternidad:
Dos caminos se bifurcaban en un bosque y yo,
Yo tomé el menos transitado,
Y eso hizo toda la diferencia

Robert Frost

miércoles, octubre 08, 2008

8 de Octubre de 1967


Volveré y seré millones de...
Remeras
Posters
Pines
Gorros
Bufandas
Vasos
Etc.
(De algo hay que vivir)

8 de Octubre de 1895


sábado, octubre 04, 2008

Oscar Wilde


Y cuando las tinieblas cayeron sobre la tierra, José de Arimatea, después de haber encendido una antorcha de madera resinosa, descendió desde la colina al valle.
Porque tenía que hacer en su casa. Y arrodillándose sobre los pedernales del Valle de la Desolación, vio a un joven desnudo que lloraba.
Sus cabellos eran color de miel y su cuerpo como una flor blanca; pero las espinas habían desgarrado su cuerpo, y a guisa de corona, llevaba ceniza sobre sus cabellos.
Y José, que tenía grandes riquezas, dijo al joven desnudo que lloraba.
-Comprendo que sea grande tu dolor porque verdaderamente Él era justo. Mas el joven le respondió:
-No lloro por él sino por mí mismo. Yo también he convertido el agua en vino y he curado al leproso y he devuelto la vista al ciego. Me he paseado sobre la superficie de las aguas y he arrojado a los demonios que habitan en los sepulcros. He dado de comer a los hambrientos en el desierto, allí donde no hay ningún alimento y he hecho levantarse a los muertos de sus lechos angostos, y por mandato mío y delante de una gran multitud, una higuera seca ha florecido de nuevo. Todo cuanto él hizo, lo he hecho yo.
-¿ Y por qué lloras entonces?
-Porque a mí no me han crucificado.

jueves, octubre 02, 2008

Cuentos de Hadas


Robert Desnos
1900-1945
Poeta dadaísta y surrealista francés.



Había una vez ( y fueron tantas veces )
un hombre que adoraba a una mujer.
Había una vez ( la vez fue muchas veces )
que una mujer a un hombre idolatraba.
Había una vez ( lo fue muchas más veces )
una mujer y un hombre que no amaban
a aquel o aquella que los adoraban.

Había una vez ( tal vez sólo una vez )

una mujer y un hombre que se amaban.