lunes, agosto 27, 2007
Las Turbas Charles Baudelaire
No todos pueden darse el lujo de tomar un baño de multitud; gozar de la turba es un arte; y sólo puede permitirse una francachela de vitalidad, a expensas del género humano, aquel a quien un hada ha insuflado en su cuna la afición por el disfraz y por la máscara, el odio por su domicilio y la pasión por los viajes.
Multitud, soledad: términos iguales y convertibles para el poeta activo y fecundo. Quien no sabe poblar su soledad, no sabrá tampoco estar solo dentro de una muchedumbre atareada.
El poeta goza del incomparable privilegio de poder a su antojo ser él mismo o ser otro. Como esas almas errantes que buscan un cuerpo, entra, cuando quiere, en el personaje de los demás. Sólo para él, todo está vacante; y si algunos lugares parecen estarle cerrados, es que a sus ojos no valen la pena de que los visite.
El paseante solitario y pensativo alcanza una singular embriaguez con esta universal comunión. El que se desposa fácilmente con la turba conoce goces febriles de que estarán eternamente privados el egoísta, cerrado como un cofre, y el perezoso, encerrado como un molusco. El poeta adopta como suyas todas las profesiones, todas las dichas y todas las miserias que las circunstancias le presentan.
Lo que los hombres llaman amor es muy pequeño, muy restringido y muy débil, comparado con esa inefable orgía, con esa santa prostitución del alma que se da por entero, poesía y caridad, a imprevisto que aparece, al desconocido que pasa.
Es bueno enseñar a veces a los felices de este mundo, aunque no sea más que para humillar por un instante su necio orgullo, que hay dichas superiores a las suyas, más hondas y más refinadas. Los fundadores de colonias, los pastores de pueblos, los sacerdotes misioneros desterrados en el fin del mundo, conocen algo, sin duda, de esas misteriosas embriagueces. Y en el seno de la vasta familia que les constituyó su genio, han de reírse de vez en cuando de quienes los compadecen por su destino, tan agitado, y por su tan casta vida
Multitud, soledad: términos iguales y convertibles para el poeta activo y fecundo. Quien no sabe poblar su soledad, no sabrá tampoco estar solo dentro de una muchedumbre atareada.
El poeta goza del incomparable privilegio de poder a su antojo ser él mismo o ser otro. Como esas almas errantes que buscan un cuerpo, entra, cuando quiere, en el personaje de los demás. Sólo para él, todo está vacante; y si algunos lugares parecen estarle cerrados, es que a sus ojos no valen la pena de que los visite.
El paseante solitario y pensativo alcanza una singular embriaguez con esta universal comunión. El que se desposa fácilmente con la turba conoce goces febriles de que estarán eternamente privados el egoísta, cerrado como un cofre, y el perezoso, encerrado como un molusco. El poeta adopta como suyas todas las profesiones, todas las dichas y todas las miserias que las circunstancias le presentan.
Lo que los hombres llaman amor es muy pequeño, muy restringido y muy débil, comparado con esa inefable orgía, con esa santa prostitución del alma que se da por entero, poesía y caridad, a imprevisto que aparece, al desconocido que pasa.
Es bueno enseñar a veces a los felices de este mundo, aunque no sea más que para humillar por un instante su necio orgullo, que hay dichas superiores a las suyas, más hondas y más refinadas. Los fundadores de colonias, los pastores de pueblos, los sacerdotes misioneros desterrados en el fin del mundo, conocen algo, sin duda, de esas misteriosas embriagueces. Y en el seno de la vasta familia que les constituyó su genio, han de reírse de vez en cuando de quienes los compadecen por su destino, tan agitado, y por su tan casta vida
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sábado, agosto 25, 2007
domingo, agosto 19, 2007
Las Ventanas
Quien desde fuera mira a través de una ventana abierta, jamás ve tantas cosas como quien mira una ventana cerrada. No hay objeto más profundo, más misterioso, más fecundo, tenebroso y deslumbrante que una ventana tenuemente iluminada por un candil. Lo que la luz del sol nos muestra siempre es menos interesante que cuanto acontece tras unos cristales. En esa oquedad radiante o sombría, la vida sueña, sufre, vive.
Por sobre las olas de los tejados, acierto a entrever a una mujer madura, arrugada ya, pobre, perpetuamente enfrascada en su tarea y que nunca sale. Con su rostro, con su atuendo, con sus gestos, con apenas nada, he reconstruido la historia de esta mujer, o quizá fuera mejor decir su leyenda, y de vez en cuando, entre lágrimas, me la recito a mí mismo.
De haber sido un pobre anciano, habría reconstruido la suya con la misma naturalidad.
Y me acuesto, satisfecho de haber vivido y padecido en la piel de otros.
Y tal vez me digan: "¿Cómo sabes que esa leyenda es la verdadera?". ¡Qué me importa la realidad que se halle fuera de mí, si me ha ayudado a vivir, a sentir que soy y lo que soy.
Por sobre las olas de los tejados, acierto a entrever a una mujer madura, arrugada ya, pobre, perpetuamente enfrascada en su tarea y que nunca sale. Con su rostro, con su atuendo, con sus gestos, con apenas nada, he reconstruido la historia de esta mujer, o quizá fuera mejor decir su leyenda, y de vez en cuando, entre lágrimas, me la recito a mí mismo.
De haber sido un pobre anciano, habría reconstruido la suya con la misma naturalidad.
Y me acuesto, satisfecho de haber vivido y padecido en la piel de otros.
Y tal vez me digan: "¿Cómo sabes que esa leyenda es la verdadera?". ¡Qué me importa la realidad que se halle fuera de mí, si me ha ayudado a vivir, a sentir que soy y lo que soy.
Charles Baudelaire
viernes, agosto 17, 2007
17 de Agosto
martes, agosto 14, 2007
Charles Baudelaire El Extranjero
-Dime, hombre, enigmático, ¿a quién amas tú más? ¿A tu padre, a tu madre, a tu hermana, a tu hermano.?
-Yo no tengo ni padre, ni madre, ni hermana, ni hermano.
-¿A tus amigos?
-Os servís de una palabra cuyo sentido desconozco hasta hoy.
-¿A tu patria?-Ignoro bajo qué latitud está situada.
-¿La belleza?
-De buena gana la amaría, diosa e inmortal.
-¿El oro?
-Lo odio, como vosotros odiáis a Dios.
¿Pues qué es lo que amas, extraordinario extranjero?
-¡Amo las nubes. . ., las nubes que pasan... allá lejos... las maravillosas nubes!
Se nota que me compré un libro de Carlitos (Cuadernos de un disconforme), ya vendrán más...
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Cuentos y Relatos
sábado, agosto 11, 2007
domingo, agosto 05, 2007
jueves, agosto 02, 2007
1-0
Ya que estaba con el resultadismo; a pesar de ir perdiendo por goleada; esta es una de los tantas pérdidas que hemos tenido, a nivel social. Rousseau 0 - Bentham 1.
"¿Cuál es, en efecto, el sueño rousseauniano que ha animado a tantos revolucionarios?: el de una sociedad transparente, visible y legible a la vez en cada una de sus partes; que no existan zonas oscuras, zonas ordenadas por los privilegios del poder real o por las prerrogativas de tal o tal cuerpo, o incluso por el desorden; que cada uno, desde el lugar que ocupa, pueda ver el conjunto de la sociedad; que los corazones se comuniquen unos con otros, que las miradas no encuentren ya obstáculos, que la opinión reine, la de cada uno sobre cada uno. Starobinski ha escrito páginas muy interesantes respecto a este tema en La Transparencia y el obstáculo y en La invención de la libertad.Bentham es a la vez esto y todo lo contrario. Plantea el problema de la visibilidad, pero pensando en una visibilidad totalmente organizada alrededor de una mirada dominadora y vigilante. Hace funcionar el proyecto de una visibilidad universal, que actuaría en provecho de un poder riguroso y meticuloso. Así, sobre el gran tema rousseauniano -que es en alguna medida el lirismo de la Revolución- se articula la idea técnica del ejercicio de un poder "omnicontemplativo" que es la obsesión de Bentham. Los dos se unen y el todo funciona: el lirismo de Rousseau y la obsesión de Bentham." Michel Foucault, entrevista "El ojo del Poder"
(Gracias a un post de Perro Negro, me hizo acordar de esta entrevista)
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